LA PIEDRA Y LA SOMBRA DEL HOMENAJE
El ser es creado por una entidad infinita con una conciencia primitiva y el humano cultiva esa conciencia durante el tiempo de vida. Es como sí la condición humana "criara" la conciencia primitiva hasta alcanzar un grado que varía de unos a otros. Podemos decir; que el ser humano cría conciencia durante la vida y morimos con ese cultivo.
Los alumnos del Zen me han dado un homenaje el mes de Febrero pasado. Ha transcurrido un mes y todavía no he reaccionado. Soy lentito. No se si fue por cumplir los 65 años de edad, si por haber mantenido el Dojo formando cinturones negros durante 35 años, quizá por la obtención del 7°dan o puede por que me vean "majete"..., la cosa es que me regalarón una rosa blanca, una katana, y una foto enmarcada con todos los participantes. Gracias a todos y en especial al hermano Bauti y al compinche Miguel por la complicidad. Lo que más me tocó y sorprendió fue el panegírico al final de la ceremonia. Normalmente ese tipo de manifestaciones de cariño verbal se hace cuando uno se muere y esta de cuerpo presente, pero yo estaba de cuerpo presente por lo que solo me queda "morirme"...Se lo pondré difícil a la parca.
Escribí hace dos o tres años unos artículos referentes al agradecimiento y después de publicarlos en el blog mis dedos dejarón de teclear, me sumí en un silencio meditativo que cercenó los escritos y las sesiones de meditación. La emoción que movió esta pausa fue la sensación de aislamiento que se produce cuando no hay mensaje de vuelta. Llegué a sentirme como el que lanza piedras a un lago y observa que en muy poco tiempo las ondas de la superficie desaparecen y sólo queda el reflejo del cielo. ¿Para qué escribir sobre la conciencia, lo abstracto, la concentración si este esfuerzo no deja huella? ¿Sólo vale para mi? Así es que, decidí meditar en la soledad y escribir para que leyera mi gatita Ada.
Pero se produjo el homenaje y algo ocurrió. Yo me muevo mentalmente por emociones y sucesos puntuales que alimentan no sólo mis proyectos y programas futuros, sino todas mis ilusiones; necesito de acontecimiento puntuales que son como la chispa que enciende un duradero, útil y amable fuego.
Sucedió que al acabar de hablar toda la cúpula de karatekas séniors, le llegó el turno a los jóvenes y uno desde la tímida edad de los 12 años dijó:
"He visto que aquí hay karatekas que han practicado con Sensei ¡30 años!, yo solo tengo 12, pero me doy cuenta que el karate es para toda la vida y es una buena forma de vivir. Seguiré aprendiendo siempre".
Miré con los ojos bien abiertos y con una expresión de sorpresa a Jaime, a Pavón, a Miguel, a Manzanares..., a todos los que hemos permanecido juntos en la práctica durante más de treinta años y sentí un reconfortante calor interno que me decía: " esto sí que ha merecido el esfuerzo". Todos asentían con la cabeza y una media sonrisa de complicidad se dibujaba en sus rostros, una sonrisa que yo comprendía muy bien. Sentí en mi corazón que las piedras lanzadas al lago rebotaban desde el fondo y volvían a mi mano como diciéndo, "sigue tirando piedras". Me dí cuenta que la sombra de la enseñanza puede ser muy larga, no siempre tangible, pero reconfortante cuando la vida llegue a quemar como el sol en el desierto.
Por todo ello, doy gracias a la vida que me ha dado la energía y la posibilidad de ser piedra y sombra para un niño de doce años que ya tiene el fuego de aprender en su corazón. Esto en nuestro humilde mundillo se llama DO.
