Fin del mundo...

Fin del mundo...

jueves, 5 de agosto de 2010

Felicidad

En el mundo del Budo (artes marciales), hay una valencia que se denomina Giri. Este es un concepto relacionado con la obligación, deuda, agradecimiento, compromiso, deber hacia aquellas personas que nos han dado forma, que nos han facilitado lo que somos, que nos han ayudado. Este sentimiento de gratitud y de "pagar con la misma moneda" contribuye a que los problemas que se van presentando se puedan resolver con confianza y tranquilidad. Este delicado concepto permite que las personas puedan dedicarse de pleno a sus tareas y resolver los miles de problemas sin conflictos de clases, de roles, de merecimientos o de vergüenzas (a mucha gente le da vergüenza dar las gracias). Vemos como en la actualidad los hijos no gratifican a los padres ni con un simple: "gracias"; es como si les diera vergüenza o como si un equivocado sentido del orgullo les impidiera deshacer el nudo de la lengua que traba una frase tan simple y bonita como: "papá, gracias por todo lo que has hecho por mi". La grandeza del que da esta en la virtud de dar y la grandeza del que recibe esta en la virtud de agradecer con humildad. El que trabaja debe sentir gratitud por su trabajo, aunque en la antigüedad el trabajo fuera un castigo divino, pero en la ética moderna es una virtud. Este es otro gran paso hacia la meta del ser positivo: agradecer el trabajo y ser agradecidos hacia los que te lo proporcionan.
Por fin, y muy relacionado con el mundo práctico: la vida como un proyecto y programa. ¡Qué mejor forma de vivir que realizarse a través de continuos proyectos y programas! Cuando se basa la vida en una continua búsqueda de valores morales los proyectos se convierten en una condición necesaria para mantener constantemente una perspectiva positiva. Esos proyectos pueden ser tan variados como lo son los intereses de cada uno de los seres humanos, para unos será la búsqueda religiosa, otros estarán interesados en la economía, algunos en el arte y otros en ... lo que sea, pero serán felices mientras la llama de la búsqueda organizada lata en sus mentes.

En resumen, ser positivos quizá sea una de las claves para mantenerse felices, aunque en la actualidad la felicidad se relaciona más bien con "pasarlo bien". No cabe duda que pasárselo bien es correcto, pero si a eso se le añade... para ser positivos, mejor. De lo que no me cabe la menor duda, es que de la apatía, de la indiferencia o de la ira no sale nada positivo. No dudo tampoco que en la búsqueda, en la expectativa, radica la mayor parte de la felicidad y en ellos están los proyectos y programas. "Caminante, no hay camino, se hace camino al andar", decía el poeta andaluz y el viajero americano más prosaico: "la ilusión del viaje acaba en el destino".

viernes, 9 de julio de 2010

Encontrar el Ki

El Ki no se define por lo que es sino por como se manifiesta. El Ki es la energía universal que siempre ha existido, que siempre existirá y que no está sometida a las leyes de la evolución. El KI es eterno. ¿Cómo pues encontrar lo eterno si nosotros somos mortales?
Utilizando cualquier cosa manifestada: la naturaleza.
Como supongo que estás relacionado con las artes marciales, dispones de una magnifica oportunidad para encontrar el Ki. Para ello te voy a recomendar un sistema que puedes aplicar durante cada instante de tu entrenamiento:

1º. Actúa siempre relajado (para ello practica Zen, Meditación o Yoga y entra en ese estado a tu entrenamiento).
2º. Observa todo lo que hagas, pir igual lo que hagas bien o lo que mal. Las katas están diseñadas para eso.
3º. No juzgues nada de lo que hagas.Lo que haces es lo único que importa, no la perfección ni las metas deportivas. Si de esos entrenamientos acabas campeón del mundo, bien, si acabas siendo el peor técnicamente hablando de tu clase, bien.
4º. Siente cada momento (aquí y ahora) como el primero y último de tu vida. La VIDA se produce solo en el presente (en cada acción) y si eres capaz de sentir esa sucesión de instantntes con total precisión (impecabilidad), esa sensación de la consciencia es lo que hemos denominado KI.



Cuando se alcanza este estado de conciencia se vive en un mundo donde SIENTES el KI no solo en todo lo que haces, sino en todo lo que te rodea.
El mundo entero es una manifestación del Ki. Habras logrado el objetivo de tu vida si consigues sentir dentro de ti y en todo lo que te rodea esa energía universal que lo envuelve todo y que solo hay que saber RELAJARSE,OBSERVAR y NO JUZGAR, para encontrarla.
UN ABRAZO OBSERVADO Y SENTIDO.

viernes, 28 de mayo de 2010

IV. ESCRIBE UN DIARIO. Ser agradecidos (FINAL).

Llevar un registro de las actividades diarias que recuerden las cosas buenas que has recibido o que te han sucedido desde el espacio del agradecimiento, en una magnifica practica que te facilitará el acceso a una forma de vivir más feliz. El reconocimiento del agradecimiento que has recibido de otras personas provoca la aparición de sensaciones bondadosas que te harán ver el mundo de una manera positiva en lugar de mirar continuamente por el tubo de la negatividad que solo te aportara ansiedad y sufrimiento.

Cuando sucede un acontecimiento negativo y lo resolvemos de alguna manera, si escribimos como lo hemos resuelto, se activa una memoria sobre el camino positivo que hemos seguido. Este proceso es como un entrenamiento para la memoria positiva y posteriormente, cuando vuelva a producirse un fenómeno adverso, tendremos en la mente un mapa o un canal por el que nos será mucho más fácil resolver el nuevo acontecimiento negativo.

Por ejemplo, escribir como hemos resuelto un problema de salud, de exceso de peso, tabaquismo, etc., nos da puntos de referencia para enfrentarnos a nuevos desordenes. Resulta sorprendente comprobar los buenos resultados que se obtiene siguiendo esta pauta de escritos diarios sobre lo que hemos hecho para salir del problema en cuestión.

Leyendo en voz alta lo que hemos escrito provoca una sensación de euforia que se proyecta sobre nuestra personalidad y posteriormente se manifestará en un trato afectuoso hacia los demás.

Si te cuesta mucho esfuerzo escribir un diario sobre acciones relacionadas con la gratitud, intenta practicar la gratitud verbalizada: cuéntale a alguien las cosas buenas que te han sucedido durante el día anterior, o expresa tu gratitud a quien nunca has dado apropiadamente las gracias.

Piensa durante unos momentos en esta frase:

“Gracias por haberme dado tanto dolor; gracias a ello he podido conocerme mejor y sentir compasión por ti”.

viernes, 7 de mayo de 2010

III. PREGUNTATE. SER AGRADECIDOS (CONTINUACIÓN)

Cuando hablamos de consciencia no solo nos referimos a un estado de observación a través de los cinco sentidos, (que son una ventana de nuestro cerebro abierta al mundo), capaces de suscitar pensamientos y emociones, (lo cual está muy bien siempre que uno no se limite tan sólo a mirar, hipnotizarse y rellenar el tiempo de nada).

La consciencia a la que nos referimos es aquella que puede evaluarse y ofrecer valores útiles. Por eso, en oriente, los buscadores del conocimiento, concretamente en la meditación Zen, desarrollaron un sistema de preguntas cuya finalidad era, además de mejorar la conciencia propia, proyectarla hacia fuera. Los llamaron “koans”. Cómo esta forma de enseñanza ha quedado algo anacrónica, propongo otro tipo de preguntas de utilidad inmediata y con el poder para transformar la consciencia.
La meditación debe tener una finalidad útil. Estoy en desacuerdo con la enseñanza que predica: “se ha de meditar sin finalidad, pues sino estarías buscando un deseo y en el mundo del espíritu el deseo es la fuente de todo sufrimiento”. Eso está muy bien para el mundo del espíritu, pero aquí estamos en el de los vivos; pretender acceder a ese mundo “espiritual” es tan útil como los que meditan con los ojos idos y la cara lánguida y recitan cosas como:”somos el reflejo de un rayo de luz cósmica, y ahora vamos a ver como una luz dorada penetra por la coronilla y recorre todo nuestro cuerpo”. Solo me falta oír por dónde sale… Una cursilería.

Vamos a describir tres preguntas que te puedes hacer de vez en cuando y que desarrollarán tu capacidad de empatía, compasión, ecuanimidad y otras muchas cualidades positivas que serán de gran utilidad para ti y para los demás.

1º. ¿Qué hizo alguna persona por mí en aquella ocasión o durante cierto tiempo?
2º. ¿Qué hice yo por esa persona?
3º. ¿Qué problemas le pude haber causado?

La primera pregunta implica un grado de grado de reconocimiento y una toma de conciencia que nos sitúa en una posición de humildad. En el mundo materialista actual vemos como pasamos por delante de todos los bienes que nos da la sociedad; familia, amigos, sistema social, etc., y no nos paramos ni un instante a evaluarlos. Es como si todo el bienestar que nos rodea cayera de los árboles como las frutas maduras. Todo lo damos por sentado, diciéndonos: “por supuesto que me merezco esto, eso y aquello”.

La segunda fomenta la toma de conciencia. La sensación de duda positiva que aparece a continuación te hace sentir que creces dentro de ti mismo, pero también puede hacerte consciente de tu ingratitud. Esta última sensación te encoge el corazón y serás consciente del “peso y volumen” de tu ingratitud. ¿Sabes ser agradecido? ¿Has devuelto de alguna manera el favor recibido?

Y, la tercera está relacionada con la emoción que deja en el alma el hecho de no haber cumplido, y del daño físico, moral o espiritual que pudiera haber causado mi indiferencia a otra persona.

Hazte estas preguntas en primera persona, y comprenderás que el mundo entero y tu vida en él no son más que entrenamientos para que durante lo que dure tu existencia puedas llegar a sentir la conciencia:

¿Qué ha hecho mi discurrir por la vida con mi conciencia?
¿Qué ha hecho la conciencia por mí?
¿Qué problemas he causado a la posibilidad de descubrir mi conciencia?

La finalidad para la que hemos sido creados es descubrir la conciencia durante la vida, sin conciencia sólo somos un mecanismo biológico dentro de la evolución natural.
Hemos nacido para ser conscientes de nuestra conciencia.

martes, 27 de abril de 2010

I. SER AGRADECIDOS (CONTINUACIÓN)

MUESTRATE


El hecho de mostrarse agradecidos no sólo tiene un valor importante en la persona que así actúa, sino que tiene un efecto contagioso en las personas que sean testigos. La persona que recibe la gratitud y la que da las gracias sienten sensaciones positivas de bienestar, paz y tranquilidad, pero las que observan este acontecimiento, de alguna manera, sienten deseos de hacer lo mismo, pues la manera más elemental de aprender es la imitación.
Los niños no aprenden por verbalización sino por imitación de gestos y tonos de voz. Por estos motivos, tanto si das como si recibes, muéstralo con naturalidad, con sencillez, con humildad, pero sin afectación, sin alharacas. No ocultes las acciones positivas porque al igual que la palabra no dicha no existe, el acto no mostrado no deja huella. Aquel antiguo adagio que decía “que la mano izquierda no sepa lo que hace la derecha” puede que sea válida para el ascetismo, pero no para la vida en comunidad. El mismo maestro Jesús cuando hizo sus milagros, no los hizo en el ocultamiento, sino rodeado de gente y de discípulos que fueron sus principales propagandistas. Como buen psicólogo que debió ser, eligió tan bien a sus discípulos y el momento y lugar donde realizó sus actos milagrosos, que aún todavía hoy, dos mil años después, se recuerdan con gozo y alegría aquellos actos de bondad. Pero no olvidemos que también dijo, “no deis perlas a los perros”, refiriéndose a los desagradecidos.
Por tanto, deja ver los actos dadivosos que realices y muestra al mundo tu agradecimiento cuando seas el receptor de las dadivas, de esta manera la energía de estos acontecimientos fluirá dentro del ámbito de la conciencia y será copiado por otros.


II. SER AGRADECIDOS. (CONTINUACIÓN)
LA PALABRA

La palabra puede afectar no solo nuestra forma de pensar sino que tiene el poder de alterar la conciencia de las personas. Es notorio observar como las personas depresivas tienen largas conversaciones consigo mismas que solo consiguen agravar su estado mental.
Tenemos tanto miedo al ego que hemos inventado la cortesía para ocultarlo. Cuando la cortesía es expresada sin ego, entramos en una dimensión de realización personal libre de toda afectación, que es buena para nosotros y para cualquier persona que se relacione con nosotros. El ego es un ente que siempre está al acecho; podemos vivir en un estado de alerta continuo y esquivarlo durante algunos instantes, pero siempre regresará al menor descuido, ¡qué cansancio! Por eso, los buscadores de lo que denominan virtud recurren a sistemas heroicos, como la renuncia a la vida social, al ascetismo, o a todo tipo de prácticas extremas que incluyen: dietas, meditaciones, retiros, recitaciones, ejercicios exóticos, etc., a través de los cuales pretenden llegar a un territorio mental donde creen que el ego no puede entrar. El ego entrará siempre.
Sin embargo, podemos situarnos en una posición mental desde la cual el ego y su arma preferida: la palabra, pueden ser transformados como si de alquimia se tratara, de una manera tal que será el propio ego el objeto de observación. En el caso que nos concierne ahora, la palabra, cuidaremos mucho lo que decimos, como lo decimos, y si lo que decimos es coherente con lo que hacemos. El lenguaje debe reflejar las cosas buenas que tenemos e ignorar las negativas.
Cuando sintamos la necesidad de criticar, suprimir, censurar, juzgar o cualquier pensamiento que nos produzca una reacción (emociones como la ira, el orgullo, la violencia, la envidia, etc.), que alteran nuestro estado natural que debe ser de tranquilidad, paz, armonía, ecuanimidad, empatía; es decir, los valores que denominamos positivos, es cuando debemos crear un silencio, una pausa, un momento de vacío acompañado de unas pocas respiraciones profundas y tranquilas. Observaremos la paz que brota desde dentro de nuestro cuerpo durante el instante vacío que se produce entre una inspiración y una espiración. La observación de ese instante es una meditación valiosísima que tiene un poder benefactor de gran intensidad. Es un momento de consciencia. Es en ese instante cuando la mente se limpia de pensamientos egóticos y desde esa posición mental podemos construir un dialogo que antes hemos denominado cortes, pero que en realidad no es más que lo que todos queremos expresar, y que el ego de la sociedad no nos permite mostrar; bondad, dulzura, suavidad, descripción de la realidad sin juicios.
El ego transforma la palabra dulce en amarga, e incluso tiene la habilidad de confundir al meditador experto en sesiones largas y hacerle creer que por ser capaz de estar sentado y meditar durante horas y días, es superior a los demás o que es capaz de ¡batir algún record!
Actualmente hay como una fiebre que infecta a la sociedad moderna, decir frases como, “quiero ser bueno”, “quiero hablar con dulzura”, “deseo crear paz en mi entorno”, “quiero darte las gracias”, son frases que están consideradas antiguas, ñoñas, o fuera del “circuito social”,…No obstante hay una esperanza, es la ley de compensación: “todo lo bueno se transformará en malo y todo lo malo en bueno, y así cíclicamente”.
La gratitud mostrada a través de palabras ecuánimes tiene un fuerte carácter redentor: de algo malo como el sufrimiento, puede llegar a salir algo bueno, como el sentimiento de tener una nueva oportunidad.
La palabra cortés expresada desde la conciencia tiene un gran poder pacificador y las sensaciones que emanan desde ese estado se transmiten contagiando de paz a cualquier observador. Pero cuidado, la palabra tiene tanto poder que puede producir daños y dolor inmenso (recordemos los discursos de Hitler), pero también gracias a la palabra de personas de verbo gentil, cortes y dulce, en una sola frase “gente de palabra amorosa”, el mundo no ha llegado a la degeneración o destrucción total.
En la actualidad estamos en un momento crucial en el que gracias a los poderosos medios audiovisuales la imagen y la palabra se magnifican, retumbando como nunca antes había sucedido en la historia universal. Es el momento para que la palabra y las pausas creen silencios clamorosos que venzan a la plaga de ruido informático. La confusión actual es de tal magnitud, que es suficiente que un volcán escupa un poco de ceniza al aire, para que todo el orgullo egótico moderno quede desvalido y mudo. Llegará un día en el que la naturaleza dejará muda a toda la humanidad y será entonces cuando comprendamos el valor de la palabra justa, y el dulce consciente del silencio armonioso. Pero mientras tanto, que seamos unos cuantos los que usemos la palabra con amor y los silencios para entrever la conciencia.

viernes, 23 de abril de 2010

SER AGRADECIDOS

La tendencia natural del ser humano desde la edad más temprana no camina dentro de la senda del agradecimiento como cualidad positiva natural. El agradecimiento no es ni una virtud moral, ni tampoco una actitud natural que adorna al ser humano, todo lo contrario; es un fenómeno que exige la voluntad de reconocer que uno ha sido beneficiado por la generosidad de otra persona, que el benefactor ha dispensado un beneficio que acarrea algún tipo de coste personal y que el beneficio tiene valor a los ojos del beneficiado. Todo ello no lo regalan la naturaleza, ni los genes, sino que es algo que tiene que "entrenarse" por medio de la voluntad, la constancia, un poco de esfuerzo, y un alto grado de concienciación. Albert Einstein refirió en varias ocasiones que debía recordar diariamente -más de cien veces- que toda su vida y su obra dependían del esfuerzo de otras muchas personas, vivas y ya muertas.

La gratitud supone devolver un bien. Es la sensación que se experimenta cuando somos conscientes de que el favor que recibimos es valioso para nosotros, costoso para el que lo dispensa, dado con buenas intenciones y sin pretensiones de reciprocidad ni obligaciones. La grandeza del que da esta en el "dar", y la del que recibe está en "dar las gracias". Por desgracia, (para ellas), las personas desagradecidas no reconocen el gesto de su benefactor e incluso llegan a creer que este actúa movido por algún tipo de interés.

La gratitud precisa que la persona que recibe el bien reconozca que ha recibido algo bueno para si mismo, y sienta de alguna manera, que debe devolver el favor (con un "gracias" es suficiente). Sin embargo, la persona que no siente la gratitud no solo no reconoce el bien recibido, sino que tampoco percibe el beneficio, y consecuentemente, tampoco siente la necesidad de devolver el favor, ni tan siquiera con un simple "gracias". Peor aún es el caso del ingrato, que incluso encuentra defectos en lo que ha recibido, desconfía de los motivos que han impulsado al benefactor, y puede llegar a devolver un mal por un bien.

Es importante, y bueno para la salud tanto física como mental, que demos las gracias frecuentemente. Al principio, como un ejercicio de reconocimiento, después como algo imprescindible que nos hace sentir muy bien, y más tarde como una "droga" que nos hace sentir los más altos grados de buenas emociones, felicidad y optimismo. Los beneficios del que da las gracias frecuentemente se manifiestan desde afrontar mejor el estrés diario, hasta recuperarse antes de las enfermedades. Sucede todo lo contrario con el ingrato, que se inunda de impulsos destructivos como la envidia, el resentimiento y la amargura. Practicando diariamente el pensamiento agradecido, los beneficios psicológicos, físicos e interpersonales, no son buenos solo para el que lo practica, sino que tiene un efecto contagioso hacia las personas con las que nos relacionamos. Por desgracia, debido a la naturaleza "copiadora" del ser humano, la ingratitud y el "exceso de criticismo", también se contagian, y posiblemente con mayor virulencia.
Pero, no solo se beneficia el que recibe, sino también e, incluso, bastante más el que da. Si atendemos al aspecto espiritual del ser humano: el que da, el que recibe y el propio objeto intercambiado (la dádiva, el favor, limosna, etc.) forman parte de la cadena que une todo lo existente y que siempre tiende hacia el equilibrio.

El que pide actúa de esa manera porque lo necesita, pero, también, el que da actúa así por la profunda necesidad de llenarse vaciándose. Unos se vacían por medio de una pequeña limosna, concediendo un poco de su tiempo o de trabajo social, y, algunos héroes, dan hasta la vida. El paradigma se encuentra en el cristianismo con la figura de Jesús -el redentor que transforma el dolor y la muerte en liberación.

La gratitud es un sentimiento abstracto que no se puede medir ni pesar, por el contrario la ingratitud se manifiesta a través de palabras y hechos que a menudo pretenden herir. Por esto, la gratitud debe ser ampliamente elogiada y la ingratitud ignorada e incluso repudiada. El refranero español lo describe muy bien: "Para el desagradecido, desprecio y olvido". No se quedaban cortos los romanos cuando allá por el siglo IV a C decían: "Lo más detestable que produce la tierra es un hombre desagradecido" (Décimo Magno Ausonio. Poeta).
Las personas agradecidas presentan menos carencias y exhiben una mayor sensación de abundancia, disfrutan más y mejor de los placeres sencillos de la vida, y presentan un grado de empatía que facilita una mejor integración en los diferentes grupos sociales. Como consecuencia, la sensación de bienestar y de plenitud que aparecen después del ejercicio continuo de dar las gracias produce un tipo de persona que simplemente es feliz sintiendo que está viva.
Por todo lo descrito anteriormente, es muy importante en la educación infantil (que es donde se aprende a ser agradecidos) comprender que los niños son por naturaleza desagradecidos y que es una labor ardua y muy larga enseñarles a ser agradecidos. Es el sentido de la envidia lo que conduce en el transcurso de los años a que la persona sea ingrata en la madurez. Si esto no se resuelve, ambos valores negativos acompañaran a la persona durante toda su vida. Son los padres los responsables primeros de que el niño transforme la envidia en comprensión y posteriormente en gratitud, y eso se logra a partir de los siete años, cuando comienza a instaurarse la conciencia. Será entonces cuando los incipientes canales de percepción harán entender al niño que dar crédito a otro puede producir algo positivo en uno mismo. Propongo estas sencillas preguntas que puedes responder en el silencio de esta lectura y sin miedo a que nadie te juzgue. Pero contesta con sinceridad: ¿Cuántas veces al día utilizas la palabra "gracias"? ¿Cuántas veces al cabo del día sientes autentico agradecimiento hacia los demás? ¿Por qué te sientes agradecido? ¿Reconoces el "favor" que te han hecho? ¿Te sientes mejor cuando eres consciente de que has dado las gracias?

Gracias por haber llegado con tu lectura hasta aquí.

Gustavo A. Reque